14/10/08
Particular
Tu camino no es un caminar, es un salto que tu lanzas en cada paso. Párate un momento y recapacita: ¿A dónde estoy llegando, a donde quiero ir?. Detente un instante y quédate solo con tu silencio, acuéstate y al levantarte descansa, y así pausadamente pide que se te muestre tu camino para no errar. Aquieta esos movimientos convulsivos que te hacen estremecer y quédate a solas con tu conciencia. Estímate y recoge la cosecha que lanzaste. Acúnate, regocíjate y queda contigo mismo. Oye tu voz y no te lances al vacío, prepárate el camino suave y empieza a caminar sin torcer el rumbo.
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