25/11/2018
El
peregrino anda el camino sin volver la vista atrás, solamente su empuje por
llegar le hace caminar mirando el horizonte. Su vista no la pone en la lejanía,
porque sabe que ha de mirar su camino y cada paso ha de ser firme y cauteloso
para no caer. La visión firme le alza a un estado de sintonía con la
realización de su estado y su camino. Nada se ha de interponer entre su camino
y su decisión de llegar. Todo en la vida es efímero, mera ilusión que se
traduce en un caminar constante sin ataduras que le impidan seguir recto su
camino. Nada le sujeta a este mundo mas que una mera ilusión de luces que le
nublan el verdadero sentido y le hacen vivir una ilusión sin sentido y le
avocan a un camino lleno de confusión porque el verdadero sentido se ha
perdido, sentido que se ha de evocar en cada paso y así poner el ritmo adecuado
para llegar. La confusión reina en un mundo sin magia. Las luces le confunden y
le lanzan destellos cegadores para un progreso adecuado a su estado perfecto de
ser. Amapolas sin color le hacen ver colores que no existen porque la verdadera
existencia es su ser único y divino caminando y buscando.
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